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No todos los golpes de la vida perjudican, muchos nos despiertan del mundo imaginario en que vivíamos |
Escuela de golpes
La terquedad es una cualidad intrínseca del ser humano. Todos,
en algún momento aprendemos lecciones por las malas, y es la incansable vida
que se encarga de lanzarnos golpes que nos hacen voltear el rostro y
reaccionar.
Con duros golpes aprendes que la vida es demasiado corta
para pasarla prestando atención a gente y cosas que no lo merecen o que
simplemente no son capaces de retribuir ese esmero emocional.
Con duros golpes aprendes que la amistad y la moda son hijas
del mismo vientre, que ambas gustan, emocionan, parecen tan “nice”, y te hacen
sentirlas parte tuya, pero que son por temporadas, y que tarde o temprano llega
el día en que te das cuenta que no tienes idea de qué tenías en la cabeza
cuando te llamó la atención, ni por qué, si al final no te han aportado nada. Aprendes
que los amigos, no importa cuánto se envuelvan las palabras “te quiero” entre
sus labios, un día te decepcionan, y que la armonía entre lo que dicen y lo que
hacen no es más que una ecuación imposible de resolver.
Con duros golpes aprendes que hay cosas que no son para todo
el mundo. Una familia perfecta, dinero, salud, amigos fieles, amor, el trabajo
de tus sueños, una carrera exitosa, etc., es un conjunto de ofertas que se
vende por separado y que a nadie le alcanzan los recursos para obtener el paquete completo.
Con duros golpes aprendes que tú mismo eres tu mejor aliado,
que el contar con otros y confiar en los demás no da beneficios ni es seguro,
por lo tanto vivir a expensas de lo que puedas auto ofrecerte es la mejor
manera de no decepcionarte.
Pero sobre todo, con duros golpes aprendes, que la mentira,
la hipocresía, la poca lealtad, la envidia, la amistad por interés, la
arrogancia, y la maldad se encuentran
donde quiera que vayas vestidas de inocencia y buenas intensiones. Aprendes un
día que te preocupas demasiado por el bienestar de los que te rodean cuando
ellos ni siquiera saben si estás de pies.
Sin embargo, luego que aprendes, a duros garrotazos, y que
te gradúas en la escuela de los golpes que te la vida, entiendes que anestesiar
el corazón, adormecerlo con recuerdos de traiciones e ingratas emociones, es la
mejor medicina para cicatrizar, y más que nada, para crear ese campo de fuerza
que evitará que los golpes tengan que enseñarte de nuevo tercamente.